sábado, 20 de agosto de 2011

Memorias de Verano - LI

No hay dudas de que la Feria de Málaga fue más auténtica, singular y apreciada cuando en su desarrollo primaban los aspectos relacionados con la tradición ferial del sur de España. En los últimos años se van imponiendo otros bien distintos que están contribuyendo a despersonalizarla, amenazando con convertirla en algo amorfo que igual puede suceder en Málaga que en cualquier otro lugar, en agosto como en cualquier otra época del año. Una labor muy de agradecer en el mantenimiento de las señas de identidad propia de una celebración malagueña y andaluza es la que lleva a cabo la Federación de Peñas “La Alcazaba”, incentivando a las entidades adscritas no sólo a estar presentes en la feria sino a hacerlo en las condiciones más decorosas y sirviendo al afán de ofrecer a residentes y visitantes un ambiente tranquilo de diversión en el que sea posible la celebración de actividades propias de lo que siempre hemos entendido por feria en esta tierra y desechando la de aquellas otras que pueden llevarse a cabo en cualquier tiempo y lugar. El actual presidente de la Federación, Jesús González, es en los últimos años una voz en el desierto advirtiendo de los peligros ciertos del momento y reclamando medidas que vengan a defender la recuperación de los valores que hicieron distinta a la que durante un tiempo fue llamada “la mejor feria del sur de Europa”.

Junto a la labor de coordinación de la presencia de las peñas en la feria, La Alcazaba organiza también algunos actos del programa de la misma, de entre los que resalta, por la repercusión entre las entidades presentes en el real y el público en general, la elección de la reina y el mister de la feria. El veinte de agosto de dos mil seis coincidimos en la visita a la caseta de la federación de peñas con los elegidos la noche anterior y con quienes lo fueron en dos mil cinco.

Hay gente, por fortuna cada vez menos, que todavía no ha dejado de verla y valorarla como la jovencita que en mil novecientos ochenta y seis ganó el título de Miss España. Y es que quienes se introducen en el mundo del espectáculo por esta vía han de arrastrar la rémora de que, por una parte, quienes no la comparten muestren un rechazo que les impide apreciar la evolución de los protagonistas, y quienes son sus seguidores les vinculen a ella de manera permanente. Situación injusta para quienes han de soportar de por vida una consideración debida a circunstancias de las que progresivamente fueron alejándose y que impide a muchos identificar el crecimiento como persona de hombres y mujeres que son capaces de no sucumbir ante la brillantez de un mundo de lentejuelas y oropel y mantienen los pies en la tierra. Es el caso de nuestra paisana, de la malagueña de nacimiento y de vocación Remedios Cervantes. Si bien de la época en la que empezó a adquirir notoriedad mantiene la belleza exterior, los años le han proporcionado una hermosura intangible para quien la mira de lejos, pero de un extraordinario alcance para quien a ella se aproxima. Se conduce con una sencilla elegancia que la hace cercana y amable. Su progresión como persona enriquece la condición de empresaria responsable y la de notable actriz, consolidada en decenas de trabajos en televisión, teatro y cine. Mujer, en suma, a la que una indomable voluntad de superación ha llevado a ganar el respeto y la admiración de quienes la conocen en sus valores personales y en su capacidad profesional.

Remedios es gran aficionada a la fiesta de los toros. Todos los años que sus obligaciones se lo permitieron me acompañó en el burladero de la plaza malagueña. Es seguidora de José Tomás y no se perdió una sola de las presencias del diestro madrileño, tras su reaparición, en el coso de La Malagueta. La corrida de JT en la feria siempre tenía lugar el día veinte de agosto, cumpleaños del torero que más expectación despierta entre los aficionados y entre muchos de quienes no lo son. Hoy hace dos años que Remedios tuvo la ocasión de cantarle “cumpleaños feliz” sobre la música de la Banda de Gibraljaire, dirigida por el maestro José María Puyana.

Ya comenté en ocasión anterior como la provincia de Málaga “está de feria” en el mes de agosto, si no en un pueblo en el de al lado. No obstante, las ciento una localidades posibilitan circunstancias de todo tipo y siempre ha pasado que mientras unos lugares están de fiesta los responsables del gobierno de otros están ocupados en poner a disposición de los ciudadanos los equipamientos y servicios que el bienestar colectivo demanda. A la obligación del cargo sumé siempre la vocación de malagueño apasionado por su tierra para que no sólo no resultase pesado sino que fuese gratificante conciliar la presencia en la feria de Málaga con la atención a los municipios de la provincia. Ahora que se reaviva el debate sobre la necesidad de las diputaciones, tomando fuerza las voces que abogan por su desaparición, desearía que fuese posible el ejercicio de alcanzar respuesta cierta a la cuestión de si las pequeñas localidades dispondrían de, por ejemplo, las mismas instalaciones deportivas de las que disponen hoy si no existiese una institución pegada al terreno, conocedora del mismo y sensible con quienes en él viven. Cuevas del Becerro tiene algo menos de dos mil habitantes. Además de otras pequeñas actuaciones para favorecer la práctica deportiva, en los años en los que la presidí, La Diputación cofinanció las obras que hicieron de una pista deportiva al aire libre un polideportivo cubierto y las de reforma de dependencias e instalación de césped artificial en el campo de fútbol.

Coincidiendo con la feria de Málaga de dos mil diez, el veinte de agosto ayudé a Joaquín Esquina, Alcalde de la localidad, a cortar la cinta de inauguración de las obras de reforma de la piscina pública, que llevaban aparejadas la construcción de bar-restaurante. Así pues, la Cueva es uno más de los municipios de nuestra provincia de menos de dos mil habitantes que tienen las tres instalaciones deportivas que acabo de mencionar. En lugar de criticar como excesiva tal disponibilidad, quienes viven en lugares en los que esa ratio de instalaciones por habitantes es impensable en estos momentos se deberían de aplicar en conseguirla. Y pensar que quienes viven en esos municipios no disponen de muchas otras oportunidades de las que sí disfrutan quienes viven en grandes ciudades.