martes, 22 de noviembre de 2011

No he de callar

El ocho de mayo del año corriente, tras una comparecencia ante la prensa para presentar la inauguración del Foro del Interior que tendría lugar al día siguiente en Antequera, el Secretario General de la Comisión Ejecutiva Provincial del PSOE me invitó a pasar a su despacho y, con el mismo cinismo que le delata ante cualquiera que sepa leer en los ojos, enfatizó su voluntad de que en las entonces próximas Elecciones Generales fuese yo el número uno de la candidatura al Senado por la provincia. Le contesté de igual manera que, ante sus múltiples ofrecimientos, lo había venido haciendo los dos años anteriores y haciéndole ver, por tanto, que no tenía intención alguna de hablar sobre mi futuro político hasta que, dos semanas después, se hubiesen celebrado las Elecciones Locales.

El veinticinco de mayo de este mismo año, una vez celebradas las Elecciones Locales, ante los micrófonos de la cadena SER, manifesté mi convencimiento de que los desastrosos resultados obtenidos por el Partido tres días antes aconsejaban que la dirección provincial promoviese medidas de fortalecimiento de la organización como primer paso para intentar recuperar el vínculo con la sociedad, roto sin paliativos en razón del comportamiento en urna del electorado. La respuesta de Heredia fue montar en cólera y hacerme llegar, a través de terceras personas, la amenaza de que, si persistía en mi actitud crítica, dejaría sin efecto su ofrecimiento del ocho de mayo. Ignoraba el Secretario General que soy un militante comprometido con el PSOE y que, por tanto, lo que entiendo bueno para mi partido lo tengo en mayor consideración que lo que me pudiera favorecer. Como las actitudes napoleónicas del personaje en cuestión nunca me han atemorizado, procedí a preparar junto a otros compañeros una reunión de militantes preocupados por la deriva de la organización en Málaga, dando por supuesto que el ofrecimiento de encabezar la candidatura al Senado, que ya entonces había quedado claro que me hizo con el reprobable afán de comprar mi silencio, se lo podía meter por donde más placer le procurara.

Diez días después de esa reunión antes mencionada me reincorporaba como maestro en la escuela del pueblo en el que resido. Y en ella sigo, con la firme voluntad, manifestada a quienes más deseo tienen de que así suceda, de ser leal a la intención de no volver a ocupar cargo alguno de representación ni orgánica ni institucional. Pero nada me apartará del compromiso con un Partido al que tanto debo, al que tanto agradezco, al que tanto me une y del que tantos servicios a la sociedad española, en el presente y en el futuro, espero. Por ello, en la única condición de ciudadano de base y de militante de pleno derecho por estar al corriente en las obligaciones con el Partido, no callaré ante lo que advierta como perjudicial para él.

La responsabilidad y la unidad, imprescindibles para la cohesión de un grupo, están siendo manoseadas, tergiversadas y utilizadas como escudo por los dirigentes actuales del PSOE en Málaga. La primera no puede ser entendida como sinónimo de silencio impuesto a los militantes, de complicidad ciega con los postulados de la dirección, de conformidad indolente con la marcha descendente de una organización que pierde apoyo ciudadano a un ritmo insostenible. De la misma manera, cuando no se actúa en la dirección de compactar el Partido, de escuchar la voz de todos, de respetar la experiencia y la entrega de los compañeros, de contar con todos para fortalecer la estrategia de cada momento, la invocación a la unidad no deja de ser un recurso dialéctico, huero e insultante para quienes en el seno de la organización soportan la marginación, cuando no el acoso.

No he de callar ni he de escuchar un solo minuto más las voces de quienes llaman a la responsabilidad y a la unidad porque les da vergüenza llamarnos a la defensa de sus ventajosas posiciones actuales o a la alianza para conquistar las que ambicionan. No he de callar porque estoy convencido de que la más irresponsable actitud en estos momentos es la que nos lleva a esconder la cabeza bajo el ala, a seguir encerrados en nuestro propio mundo, buscando culpas fuera de él, fuera de nosotros mismos, rechazando la mirada crítica, más necesaria ahora que nunca. No podemos seguir en el camino del análisis equivocado, inspirado en la más extrema mendacidad, que ha hecho hoy en la reunión de la Comisión Ejecutiva Provincial su Secretario de Organización, afirmando que las cosas no han cambiando tanto para los socialistas en Málaga con relación a las Elecciones Generales de dos mil ocho, puesta que en aquella ocasión, al igual que el pasado domingo, fue en nuestra provincia donde el PSOE obtuvo el peor resultado, después de la de Almería. Se olvida tan sagaz analista de que en aquella ocasión el PSOE estuvo cuatro puntos por encima del Partido Popular y ahora estamos dieciocho por debajo.

Ante el presente estado de cosas no he de callar, consciente de que mi voz a nadie representa, pero que es la voz sincera de un militante al que le duele todo el daño que la inacción en la derrota le causa al Partido Socialista Obrero Español, al mismo que durante tantos años ha gozado de la confianza mayoritaria del pueblo español, identificándose ante él con el entrañable símbolo que en la pasada campaña electoral los profesionales del marketing y el diseño han robado al sentimiento de miles y miles de electores que, desde que se ha podido votar en el presente período democrático, han reclamado para hacerlo “la papeleta del puño y de la rosa”.

No he de callar por más que, como en la Epístola Satírica de Quevedo, avisen silencio o amenacen miedo.