domingo, 21 de agosto de 2011

Memorias de Verano - LII

Excepto en dos mil diez, que también descansé diez días de julio, durante el tiempo en el que presidí la Diputación disfrutaba las vacaciones una vez terminada la feria de Málaga y me incorporaba una vez concluida la de Ardales, en la segunda semana de Septiembre. No obstante, nunca estuve más de cinco días seguidos sin atender obligaciones, ya que las vacaciones consistían en no ir al despacho y seguía, por tanto, atendiendo las invitaciones de los alcaldes para acudir a sus pueblos por los más diversos motivos. De todas formas, la actividad era bastante menor, por lo que a partir de ahora las tres noticias de las que voy a seguir dando cuenta en estos relatos no serán, en algunas ocasiones, del mismo día de años diferentes.

El veintiuno de agosto de dos mil tres la feria de Málaga encaraba la recta final. Todavía no había abandonado Manuel Chaves, Presidente de la Junta de Andalucía, la costumbre de pasar por ella un día, que siempre iniciaba con visita al Alcalde de la ciudad en el Ayuntamiento, paseo por las calles del Centro, comida con los compañeros del PSOE y tarde de toros en La Malagueta. Con el tiempo, fue sustituyendo la comida con los compañeros por otras restringidas, dejó de ir a los toros y, por último, dejó de venir a la feria. No voy a creer que esta decisión última estuviese motivada por otras razones distintas a la pérdida de perspectiva que a todos nos alcanza cuando el ejercicio de una responsabilidad se alarga hasta el punto de convertirse en rutinario. Lo cierto es que “por no aguantar la presión reivindicativa” del Alcalde de Málaga durante unos minutos terminamos cediéndole un protagonismo que De la Torre ha capitalizado hasta el punto de que nosotros mismos nos hemos convencido, o al menos hemos actuado como si lo estuviéramos, de que la fiesta es patrimonio del equipo de gobierno y que a nosotros nos cabe sólo la oportunidad de criticar sus aspectos negativos en lugar de compartir con el pueblo de Málaga el lado positivo de una celebración importantísima para la ciudad. Todavía tenemos pendiente los socialistas desprendernos de las últimas costras del rechazo que nos ha producido la fiesta entendida exclusivamente como celebración orgiástica y pasar a la defensa del carácter estimulador del potencial socioeconómico de manifestaciones del calado que tiene la que ahora termina.

Pues cuando las cosas eran como siempre debieran de ser, ahí nos tienen, antes de iniciar el paseo por la calle Larios, ante la portada de la misma, basada en la inspiración de Eugenio Chicano que, dando muestras una vez más de la identificación con los elementos más propios de la tradición malagueña, había colocado un espeto de sardinas sobre los multicolores lazos del sombrero de verdiales.

Argumenté hace algunos días la intención que nos movía a la hora de proceder a invitar a quienes pensábamos que tenían merecido presenciar desde el burladero de la Diputación algunas de las corridas de toros celebradas en La Malagueta. Como nunca llueve a gusto de todos, desde sectores conservadores se me acusó de utilizar con sectarismo partidista la asistencia de quienes acudían al callejón de la plaza. Por el contrario, desde mi propia formación política se me echó en cara que no fuese más restrictivo a la hora de barajar la adscripción política de quienes me acompañaban. Durante mi etapa de Presidente, incluyendo los del ciclo ferial y otros aislados, se celebraron en nuestra plaza de toros casi cien festejos taurinos, lo que teniendo en cuenta el aforo del burladero viene a significar en torno a setecientas asistencias. Tal vez algunas no estaban suficientemente justificadas, tal vez otras eran prescindibles o tal vez se dio el caso de quien, mereciéndola, se quedó sin recibir la invitación. Teniendo en cuenta que en esas siete centenas de espectadores privilegiados, por la cercanía al ruedo, al toro y a los toreros, hay quienes repitieron algunos años, por el burladero de la Diputación durante los últimos ocho años pasaron alcaldes, diputados, ministros, profesionales y directivos de los medios de comunicación, deportistas, artistas de fama internacional, empresarios, sindicalistas…

El veintiuno de agosto de dos mil cuatro recibí las críticas de algunos de mis compañeros por compartir el burladero con Julio Iglesias. No las escuché porque, más que su vinculación política a la derecha conservadora, para mí era importante no desechar la oportunidad de hacer aparecer en la feria de Málaga a quien siendo artista de fama mundial mantiene casa en nuestra provincia y por aquel entonces pasaba largas temporadas en ella, con lo que de promoción significaba para nuestra Costa del Sol. Su comportamiento fue en todo momento amable y atendió todas las peticiones de autógrafos que desde la barrera le hicieron. Sólo fue inflexible a la hora de no permitir que le hicieran fotografías desde su “lado malo”. Le brindó la muerte de un toro Enrique Ponce, que encabezó el cartel que completaron Javier Conde y César Jiménez.

Haber sido elegida para la promoción de la película Los Pitufos en 3D ha significado para la localidad de Júzcar una experiencia única que ha propiciado que muchos sepan de su existencia y que el interés por conocerla esté significando una muy alta afluencia de visitantes para un pueblo en el que los residentes no llegan a los doscientos cincuenta. Júzcar ya era un lugar encantador cuando sus casas lucían el tradicional color blanco de los pueblos malagueños y andaluces. Lo sigue siendo ahora que muestra un azul sorprendente entre el bosque de castaños que rodea el pequeño casco urbano. El Pueblo Pitufo, como ya es conocido ha sido protagonista de informaciones facilitadas por medios de comunicación de toda España. En estos momentos, la vida en la localidad gira en torno a esos pequeños personajes de una fantasía que ha captado la atención de niños de todo el mundo. La publicidad ha traído consigo una actividad económica impensable para un lugar en el que la mayor parte de ciudadanos en edad de trabajar siempre ha tenido que salir fuera para hacerlo. Los habitantes de Júzcar, que generosamente atendieron la oferta del Alcalde de cambiar el color a sus casas, barajan la posibilidad de mantener el azul actual y convertir lo que en principio fue advertido como una anécdota en la oportunidad de desarrollo económico que tan difícil se evidencia para todos los pequeños municipios de la Serranía de Ronda.

Durante este fin de semana, Júzcar celebra su feria y fiestas patronales en honor de la Virgen de Moclón. El veintidós de agosto del año pasado compartí con la gente de Júzcar la feria de día, en la que el menú de la comida colectiva, de la que ya hablé cuando me ocupé de la feria en otras localidades de la Serranía, tenía aquel día como plato principal una paella cocinada en la misma plaza del pueblo en la que se sirvió a los presentes. En la entrada de la plaza posamos algunos de los visitantes con David Fernández, al que por la repercusión ahora alcanzada por su pueblo bien pudiéramos llamar Alcalde Pitufo.