lunes, 22 de agosto de 2011

Memorias de Verano - LIII

Ayer terminó la feria de Cuevas Bajas. Su equipo de gobierno quiso que fuesen mis palabras las que el pasado jueves dieciocho anunciaran a los cueveños la buena nueva del inicio de la más importante de las fiestas que a lo largo del año se celebran en la localidad en la que las provincias de Málaga y Córdoba se dan la mano. Quienes a lo largo de los últimos ocho años me distinguieron con su estima y reconocimiento pueden estar seguros de que el mío lo tendrán siempre. Pero nadie se enfade porque mis sentimientos ahonden un poco más en el agradecimiento a quienes en mí pensaron después de que haya vuelto a la condición de “ciudadano de base”. Que el Alcalde del municipio, Manuel Ginés, y su equipo de gobierno rompiesen la tradición de que sea un hijo del pueblo quien pregone la feria para honrarme con el encargo ahora que para ello no puedo alegar otra condición que la de malagueño que por su tierra y su gente se comprometió hasta donde pudo, es emocionante y cubre con creces los olvidos inesperados y las ausencias injustificadas. Manu y los concejales de su grupo pueden estar seguros de que los límites territoriales no compartimentan los afectos que para siempre me unen a quienes me brindaron la oportunidad de conocerles y me permitieron marchar a su lado y participar de sus inquietudes y aspiraciones, de sus desvelos y alegrías, de sus fortalezas y debilidades…

No quedó constancia gráfica del momento del pregón, pronunciado en la caseta instalada en la plaza del pueblo ante los cueveños, auténticos protagonistas de la fiesta, algunos alcaldes de la zona y otros que lo fueron, así que aprovecho la ocasión para recordar otras actividades que, aunque no sucedieron en verano, sirvieron para acercarme a Cuevas Bajas y compartir momentos de preocupaciones y de júbilo con quienes se afanan en alcanzar el objetivo de que sus vecinos vivan con normalidad el tiempo presente sin perder el horizonte del futuro.

Hice mención en uno de los capítulos anteriores al hecho de que Manuel Ginés, cuando en junio de dos mil siete tomó posesión como Alcalde de Cuevas Bajas, no disfrutó un solo minuto del cargo que sus paisanos le habían otorgado, porque no había terminado de prometerlo cuando tuvo que aplicarse en la solución de un problema que si bien es grave en cualquier época del año lo es más en el verano: los pozos que abastecen de agua potable a la localidad sufrían contaminación y el abastecimiento a la población se hacía con serias restricciones. Removió el Alcalde Roma con Santiago buscando una solución rápida a problema tan acuciante. El nueve de julio de dos mil siete, en la Diputación, mantuvimos una reunión con el Diputado responsable de Medio Ambiente y uno de sus jefes de servicio. Se estudiaron las diversas alternativas, se eligió la más apropiada y, desde hace años, el suministro de bien tan necesario no presenta problema alguno en Cuevas Bajas.

Tiene Cuevas Bajas una fértil huerta en las riberas del Genil. Los frutales y hortalizas que en ella se cultivan tienen un extraordinario rendimiento por la calidad de la tierra y la abundancia de agua. Están los hortelanos, y quienes sin serlo sienten el amor propio de hijo del lugar, especialmente orgullosos de una de las hortalizas, la zanahoria morá, pues no en vano es este territorio uno de los pocos del mundo en el que se cultiva. A medio camino entre la zanahoria y el rábano en su aspecto externo, al corte presenta unos círculos concéntricos de un colorido llamativo. En estos momentos, un científico natural del pueblo se afana en la realización de estudios y análisis que determinen las propiedades nutritivas y los efectos benéficos sobre la salud del producto. Por lo pronto, lo primero que ha trascendido son las propiedades afrodisíacas. Para celebrar tan original muestra de la agricultura local, el municipio celebra en los primeros días del último mes del año una fiesta en su honor. La cuarta edición de la misma tuvo lugar el siete de diciembre de dos mil ocho.

Como la casi totalidad de municipios de nuestra provincia, el de Cuevas Bajas fue castigado por el fenómeno de la emigración de los años sesenta. Más de mil hijos de esta tierra fueron los que se decidieron a buscar mejores condiciones de vida fuera de los límites provinciales. Alrededor de setecientos se instalaron en la localidad gerundense de La Bisbal d´Empordá. Uno de ellos fue Manuel Lara, que recogió en un libro anécdotas, vivencias y fotografías de los primeros tiempos en tierras catalanas de quienes de manera involuntaria se habían visto alejados de la suya. El dieciocho de junio de dos mil diez, en un abarrotado salón de actos de la que todavía era provisional casa-ayuntamiento, el autor presentó “De Cuevas Bajas a La Bisbal d´Empordá”, con la presencia de los alcaldes de ambas localidades y miembros del gobierno local.