jueves, 29 de septiembre de 2011

XIV - Cuando vuelvo de la escuela...

… lo hago pensando que uno de los más importantes logros de entre los que la educación concede es el desarrollo por el individuo de la capacidad de discernir entre los comportamientos que responden a las ideas que con relación a cualquier asunto se sustentan y los que entran en abierta contradicción con ellas. Acompasar la práctica al cuerpo teórico que con la educación y la experiencia vamos levantando es algo imprescindible para el individuo que no quiera ver como los otros le rechazan por causa de la incoherencia de su conducta. La formación desde la edad temprana ha de poner especial énfasis en el objetivo de ofrecer a la sociedad hombres y mujeres que se esfuercen en no dejar espacio para la discrepancia entre discurso y acción.

No está el tiempo presente sobrado de ejemplos en los que quienes están en proceso de formación puedan mirarse. La crisis de valores que afecta a la sociedad de nuestros días hace que los medios de comunicación, en una relación mensaje – receptor que puede ser considerado el más auténtico de los círculos viciosos, fabriquen y publiciten modelos carentes de discurso distinto al de la ordinariez, con lo que al menos no incurren en incongruencia cuando en el proceder muestran el mismo nivel de zafiedad. El mundo de la política, que debería ser el ámbito idóneo para llevar a cabo una labor didáctica que conjugase los patrones de los gobernantes con las ofertas educativas de los gobiernos, ha devenido en el peor de los paradigmas, dada la frecuencia con la que las obras contradicen las propuestas.

Por más que desde la educación se trabajen los valores, en concreto el de la coherencia que hoy me ocupa, con la decisión que permita que los educandos los asimilen y pongan en práctica, la presente situación de deterioro en la consideración que la política y quienes a la práctica de la misma se dedican merecen a la ciudadanía no aguanta hasta la mayoría de edad de quienes ahora están en la escuela sin que la salud democrática se vea afectada. Es imprescindible, por tanto, que las formaciones políticas con representación institucional reformulen sus estrategias, obligándose a que todas ellas se vinculen a la necesaria coherencia entre los discursos teóricos, los compromisos programáticos y las acciones de gobierno.

Cuando vuelvo de la escuela me contento pensando que si bien no fui una excepción en el más que enrevesado mundo de la política y participé de los defectos que le alcanzan, he tenido la ocasión de llegar a tiempo a la reflexión sobre lo que en él es censurable y la necesidad de corregir comportamientos dañinos para todos. Estoy en estos días apreciando que como ciudadano de a pie tengo más fácil el servicio a las ideas con las que hace tiempo me comprometí que en la anterior condición de representante público. No sé si fue exactamente esto lo que dijo hace unos meses Felipe González, pero cada vez me siento más militante de la ideología socialista y menos simpatizante de quienes por su responsabilidad deberían poner más tesón y solvencia en la tarea de conseguir que cada vez más ciudadanos las tengan como propias.

Después, me he puesto a preparar el trabajo de mañana.