jueves, 22 de septiembre de 2011

IX - Cuando vuelvo de la escuela...

… recuerdo que ni un solo día lo he hecho sin sorprenderme de que no hubiese sucedido aún. Y es que, con la misma exactitud consustancial al orden cósmico, la convivencia provoca la respuesta individual debida a la disconformidad con modos y actitudes del otro que, en muchas ocasiones, son expresión del descontento con el resto del mundo del que algunas personas hacen religión. No responde a esta última circunstancia, ni por motivación ni por alcance, las quejas que por causa del comportamiento ajeno trasladan uno o varios de sus miembros al responsable del grupo conformado por los individuos que en edades tempranas coinciden en la fase formativa, puesto que en esos casos los reproches no tienen intención ni acidez más allá de las del juego de inocente rivalidad de quienes comparten espacio y actividad durante mucho tiempo.

No obstante, conviene la intervención rápida por parte del educador a fin de discriminar, entre las que pueden ser positivas y las que nunca lo serán, las causas y las consecuencias de las quejas, críticas o protestas con las que unos condiscípulos pueden cuestionar el papel de otros en el grupo. Entre una información y una denuncia hay una estrecha y sutil franja que hay que poner de manifiesto y hacer comprender a los educandos, dejando claro que la primera ha de estar siempre motivada, en tanto que la segunda nunca debe producirse sin pruebas suficientes, debiendo pretender ambas la buena salud del grupo y la actuación contra las circunstancias que pudieran debilitarlo. Tengamos claro que hablamos de pequeñas incidencias en el desarrollo ordinario de la práctica docente, pese a lo cual ha de quedar suficientemente explicitado en ambos casos que, en los asuntos de repercusión exclusiva en el aula, los canales de comunicación no pueden ser otros que los establecidos entre quienes en ella han de regular la pacífica convivencia.

Otra cosa bien distinta es la manifestación en el mundo de los adultos de comportamientos idénticos a los antes mencionados. En el ámbito familiar, centros de trabajo y colectivos de toda índole nunca dejan de estar presentes quienes, a falta de méritos propios, pretenden prosperar ayudando al descrédito de los demás. Quien no tiene capacidad para elevarse sobre sí mismo siempre buscará deprimir al otro. El devocionario popular español no reserva lugar para el chivato, a pesar de lo cual éste no tiene difícil medrar, casi siempre al amparo de quienes con tal de guardar sus posiciones no paran en escrúpulos a la hora de pagar la infamia.

Cuando vuelvo de la escuela hago por recordar algunas de las muestras del ingenio que llena la lírica popular de lenguas malas y largas y de testigos falsos. Como antes decía, el mal fin que los anónimos poetas les predicen no siempre les alcanza con la inmediatez que comportamiento como el que protagonizan merece, a no ser que la conciencia, la mala conciencia, les atormente hasta el punto de impedirles disfrutar de los bienes materiales que la delación les procura. Recuerden, en los momentos que la debida idolatría al patrón les deje libres que "en la vía to se paga / y a quien con la suya ofende / otra lengua lo señala”

Después, me he puesto a preparar el trabajo de mañana.