martes, 13 de septiembre de 2011

II - Cuando vuelvo de la escuela...

… reflexiono sobre la necesidad, muchas veces olvidada, de que la educación reglada conjugue la identificación y comprensión de valores y la adquisición de conocimientos. Formación e información harán de quienes están en edades expectantes personas responsables, sensibles a su entorno, comprometidas con su tiempo, capaces de intervenir sobre la realidad con el objetivo de hacerla satisfactoria para quienes la viven y para quienes la heredarán.

No soy partidario de jerarquizar valores porque pienso que los mismos contribuyen en plano de igualdad a sostener la solidez de la persona íntegra, pero entendiendo que es la capacidad de expresión y comunicación una de las más importantes, si no la que más, potencias del individuo y, desde luego, la que más le ayuda en su vocación social, y en atención a que la más utilizada e importante herramienta para hacerla posible y entendible es la palabra, no parece arriesgado apostar porque el buen uso de la misma se convierta en uno de los valores primordiales sobre los que se fundamente la calidad de la persona.


Es muy importante que desde las edades tempranas los individuos aprendan a utilizar correctamente el lenguaje, una vez convencidos de que más fácil será el entendimiento con los demás cuanto mayor dominio se tenga de los recursos expresivos. La educación debe perseguir imbuir en el educando el aprecio por la belleza del lenguaje en sus usos literarios. Y debe, sobre todo, inocular en los más jóvenes la necesidad de estar en alerta permanente para que la propia palabra sea elemento que condicione en positivo la consideración en la que nos tengan los demás. La palabra, cuando trasciende el ámbito puramente individual, ha de ser firme y consistente.

Cuando volvía de la escuela lo hacía contento porque he podido hablar al más noble de los auditorios del valor de la palabra dada, sin que la memoria me haya hecho enrojecer. Tampoco estaba este contento de hoy exento de maldad, pues mientras volvía de la escuela también pensaba en la preocupación que encontrar la altura del espejo en el que mirarse debe representar para quienes a diario hacen de la mentira su doctrina y someten su palabra a una deflación que la deja con menos valor que una moneda de tres euros.

Después, me he puesto a preparar el trabajo de mañana.