miércoles, 24 de agosto de 2011

Memorias de Verano - LV

Aprovecharé los días que quedan de agosto para recoger actividades que por no cargar demasiado cada uno de los capítulos de la serie no mencioné en el día en el que sucedieron o que, de manera deliberada, dejé atrás para darle trato singular. La segunda circunstancia se da en el caso de la celebración del XIV Festival Provincial Itinerante de Verdiales, que tuvo lugar en El Borge el uno de agosto de dos mil ocho. Este anual encuentro verdialero tiene para mí un significado importante puesto que su existencia responde a la aprobación en el Pleno de la Diputación de una moción que, siendo miembro de la oposición, presenté el año mil novecientos noventa y seis. Y la décima cuarta edición tenía el valor sentimental añadido de que llegaba en su itinerancia a mi pueblo natal.

En el transcurso del Festival, la Federación Provincial de Pandas de Verdiales, organizadora del mismo, quiso reconocer la condición de fiesteros y el compromiso en la promoción de los verdiales del Presidente de la Diputación y del Alcalde de Comares, Manuel Robles. Lo cierto es que los dos hemos entendido siempre perfectamente compatibles nuestra dedicación a la cosa pública con nuestra actividad fiestera cuando ha venido al caso. Y ni uno ni otro desperdiciamos nunca ocasión de apoyar a la fiesta y a los fiesteros cuando la ocasión lo demandaba. El Presidente de la antes mencionada Federación, José Gómez Santiago, entregó a cada uno una estatuilla en bronce, obra de Miguel García Navas, reproduciendo a un panderero en plena ejecución.

Conforman la Panda Primera de Comares un grupo de extraordinarios fiesteros y mejores personas. Con todos ellos tengo una magnífica relación, pero de manera especial con quienes hace años empezaron a ser amigos al tiempo que eran mis alumnos en la Barriada de Las Castañetas de Málaga. Nunca he necesitado otra cosa distinta a su afecto para tener claro que puedo contar con ellos y que me guardan idéntica consideración a la que les tengo, pero aprovechando la llegada del festival a mi pueblo quisieron tener un gesto (uno más) de amistad y me obsequiaron con una fotografía enmarcada de la Panda y algo con lo que sabían que tocarían la más sensible de las fibras de mis sentimientos: unos palillos para mi nieta y un sombrero de lazos para mi nieto. Para que la emoción fuera completa, recogí los regalos de manos de Paco el de Maroto, a quien quiero por vínculo familiar, por fiestero radical y por ser persona excelente.

Nunca tuve intención de rendirme ante quienes me criticaron de manera ácida unos comportamientos que para ellos era gusto excesivo por la fiesta y para mí sólo estar a la altura de las circunstancias, fuese cual fuese el lugar y el momento en el que me encontrase. Así que era inevitable coger la guitarra y “echar un revezo” con los amigos que a ello me invitaban. Como para no echarlo, estando en el Festival en cuyo origen tuve que ver, en el pueblo de mi naturaleza y con quienes son amigos porque ellos y yo queremos… A pesar de todo, he de reconocer que las críticas que por ser pueblo con el pueblo me hicieron algunos no dejaban de ser benevolentes: si los críticos hubieran sabido lo que de ellos pensaba y pienso, seguro que sus comentarios habrían sido más duros. Bueno, lo cierto es que aquel uno de agosto de dos mil ocho toqué con la Panda de Comares, que por eso aparezco al lado de Juani Moreno, en disposición ambos de servir a la fiesta y a la amistad.

Como les conozco y sé lo sensibles que son para estas cosas, no voy a dejar de recordar a quienes conforman ese grupo de “amigos y fiesteros” trasladados a la fiesta de Comares desde Las Castañetas. Además, como estas memorias no se rigen por reglamento alguno en lo que tiene que ver con la procedencia de las fotografías y dado que de aquella noche en El Borge no quedó constancia gráfica distinta a la que he insertado antes, sirva la obtenida en el Encuentro de Escuelas de Verdiales celebrado en Santa María del Cerro el dieciséis de octubre de dos mil cinco.