domingo, 19 de diciembre de 2010

Esperanza

Nunca baja del monte un mismo río
ni es la misma la luz de la mañana
que te inunda. Cuando abres la ventana
y al día la mirada, está vacío

tu espacio. Piensa, entonces, que un desvío
hace un camino y cómo al sol le gana
la nube la batalla. Que no es vana
la espera de la lluvia en el estío.

Verás que un corazón, al mundo abierto,
de impulso nuevo con su voz la tierra
llena. La voluntad frente a lo incierto

rompe la reja que al futuro encierra
y es simiente que anuncia el fruto cierto,
agua para la mar, viento en la sierra.


A quienes al alcance la tienen, felicidad en estas fiestas y la invitación a intentar, al menos, que cada año nuevas personas abandonen el grupo de los ajenos a ella. Hagamos corresponder, de vez en cuando, cada uno de nuestros deseos buenos con un buen acto. Y que, en la misma proporción, nuestra palabra sea más un compromiso que un ejercicio retórico.

¡Salud para las fiestas y para el tiempo por venir!