martes, 21 de septiembre de 2010

Reparación

El Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía, en su reunión de hoy, ha acordado indemnizar con 1.800 Euros a las mujeres andaluzas que sufrieron vejación durante el franquismo.

Desgraciadamente, no serán muchas las que, cumpliendo los requisitos exigidos para optar a la ayuda, puedan percibirla. Ha pasado mucho tiempo. Demasiado tiempo de silencio, de rebeldía disimulada, de mirar para otro lado. Pero, no obstante, ha sido corto el tiempo para el olvido. Porque cuando la memoria es parte irrenunciable del patrimonio individual no hay manera de ocultarla, no hay posibilidad de ignorarla.

En los primeros días de febrero de 1937 las tropas sublevadas contra la República entraron en El Borge, mi pueblo de la Axarquía. Al día siguiente, todas las mujeres que habían manifestado su afección al legítimo gobierno de España fueron retenidas. Mandaron por aceite de ricino a Vélez-Málaga. El enviado volvió sin el encargo porque, según manifestó, no lo encontró en parte alguna. Todas las mujeres, jóvenes, maduras y ancianas, fueron rapadas.

Entre esas mujeres estaban mi madre y Victoria, prima hermana por dos veces de mi padre, que son las únicas que aún viven. Al siguiente del infausto día de la toma de mi pueblo por el ejército fascista, las obligaron a marchar en procesión detrás de una imagen religiosa.

Quienes me conocen, tal vez entiendan con esta entrada por qué me niego a asistir a cualquier procesión. Y es que, cada vez que siento pasar una cerca de donde estoy, veo el rostro sorprendido de una joven con el pelo violentamente cortado. Afortunadamente, la vida me ha deparado la oportunidad de ver como aquella adolescente lleva con dificultad, pero los lleva, casi noventa años de coraje y dignidad.

Cuando mañana se lo cuente, estará contenta y orgullosa de saber que un gobierno socialista mantiene la memoria. La misma que ella nunca ha perdido.

Como el efecto reparador del reconocimiento institucional supera el valor de cualquier prestación económica, lo que hoy ha aprobado el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía supone, para mí, poner mil ochocientos cabellos largos y fuertes en la limpia cabeza de una niña de dieciséis años.