sábado, 11 de septiembre de 2010

¿Osadía o ignorancia?

Deberíamos quienes nos dedicamos a la práctica política (más necesaria en tanto que más interesados en devaluarla, como primer paso a su desaparición, lleven a cabo su apocalíptica negación) procurar decir el menor número posible de tonterías. Sería deseable no decir una sola, pero soy consciente de que ello nos resultaría difícil, dado que en cualquier momento y lugar hemos de someternos, voluntariamente unas veces y porque estamos deseándolo otras (aunque también es verdad que, aunque menos, hay ocasiones en que somos solicitados), al público pronunciamiento sobre las más diversas cuestiones, intentando suplir con audacia y valentía el desconocimiento de la materia sobre la que nos vemos obligados a opinar si para ello somos requeridos de manera inesperada, lo que a menudo sucede.

Porque no siempre es la misma la presión a la que estamos sometidos en función de las dificultades de la acción de gobierno o de oposición, del clima social más o menos favorable a nuestras posiciones, de las decisiones propias o las de otras administraciones que influyen sobre aquella a la que nos debemos, y de una larga serie de circunstancias que condicionan el ejercicio de la política tanto en el plano orgánico como institucional, no es difícil apreciar períodos en los que estamos más espesos, dialécticamente abotargados, impertinentes incluso. No me excluyo, por supuesto. De ponerlo de manifiesto ya se encargan otros, con mayor o menor inquina, según el opinante sea del propio partido o de alguno de los adversarios. Advierto que en el párrafo anterior, desde “con mayor…” a “adversarios”, el orden de las palabras responde a la intensidad en el comportamiento. Por razón de convencimiento democrático, no entro a calificar la manera de criticar y evaluar nuestra actuación que lleva a cabo la prensa. La prensa democrática, quiero decir.

Viene esto a cuento de que, en la última semana, el presidente provincial del Partido Popular en Málaga se está superando a sí mismo. A la vista está que sus esfuerzos han conseguido hacerle líder del pelotón, contribuyendo a ello, en un primer momento, el interés mostrado en capitalizar de manera exclusiva, a través de las redes sociales, el paso de la vuelta ciclista a España por la ciudad de cuyo ayuntamiento es teniente de alcalde. No menos determinantes resultaron sus declaraciones sobre el Museo Picasso Málaga tres semanas antes de que tengamos que defender ante los responsables de la Unión Europea el proyecto de capitalidad cultural en 2016. Y concluyentes, entiendo, son las afirmaciones que esta misma tarde leo del señor Bendodo. Hablando de la estrategia electoral de su partido en la ciudad de Antequera dice que los socialistas (se refería, probablemente, a los de Antequera, pero yo me corresponsabilizo de la acción de mis compañeros mientras no se evidencien lesivas para la ciudadanía o delictivas) tenemos a Antequera por nuestro cortijo.

Me ahorraré adjetivos que, a borbotones, me vienen a la mente para calificar la afirmación que el señor Bendodo sólo ha podido hacer porque es un osado o un ignorante. De otra manera no se le hubiera ocurrido venir a Antequera (¡a Antequera!) a decir que los socialistas la tenemos como nuestro cortijo. Eso es osadía. E ignorancia es venir a decir lo que ha dicho a una tierra que ha sufrido, tanto como la que más de Andalucía, los excesos del latifundio. Y nunca fueron socialistas los propietarios. Una tierra en la que su gente sufrió con crudeza (y viven todavía muchos que pueden contarlo) humillaciones sin fin en cortijos cuyos propietarios no eran socialistas. Una tierra en la que los propietarios de muchos cortijos, que no eran socialistas, no tenían pudor en mandar echar a los cerdos algunos alimentos, antes de calmar con ellos el hambre de los jornaleros.

El señor Bendodo es sin duda afortunado si de niño no vio a su padre salir con la hoz, los deíles y una manta casi por exclusivo equipaje, a un cortijo de Gobantes, ya que de Antequera hablamos. Si algún día viene al caso puedo hablar también de Écija o de Osuna, por señalar los lugares a los que de manera habitual salían cada año las cuadrillas de segadores de mi pueblo. Y más afortunado todavía es el presidente provincial del Partido Popular si nunca vio a su padre regresar varias semanas después “renegrío”, con la cara cuarteada por el sol más asesino que abrasador, con cortes en las manos y en los brazos, con una curvatura en la espalda que tardaba días en desaparecer…

Aunque no las olvido, no voy a reproducir las historias que de los cortijos de Antequera contaba mi padre. Pero tengo la certeza de que en todo el término municipal de Antequera (de los más grandes de España) la realidad es bien distinta de aquella que sufrió la generación anterior a la nuestra. Y con quien ponga en duda que la acción de gobierno de los socialistas en España, en Andalucía, en la provincia de Málaga y en Antequera ha sido el eje que ha movido el cambio al progreso y al bienestar de estas tierras y de su gente, no voy a debatir, porque nunca lo haré con quien mantenga posiciones de ofuscamiento, bien por sectarismo, bien porque su coeficiente intelectual no da para más. O bien porque está obsesionado con volver al tiempo de los cortijos.