miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿Ponerse colonia antes de la ducha?

Es la imagen-duda que me provocan algunas de las decisiones que tienen que ver con la ordenación urbana de la Málaga para el futuro.

Para no perder la oportunidad de disponer en la ciudad de un edificio singular diseñado por un arquitecto de relumbrón, y toda vez que de manera definitiva se renunció a que el Puerto de la ciudad acogiera una construcción con vocación de emblemática, se cambia la ordenación de la zona centro para dar acogida a un hotel cuyos promotores han tenido la fortuna de haber encargado el proyecto técnico a Rafael Moneo. Se cambia la ordenación doblando el número de plantas permitidas por la norma en vigor y no solamente para el hotel sino que, desde el Pasillo de Atocha a La Goleta, en toda la cornisa del Guadalmedina podrá construirse en idénticos términos.

Seguramente quienes tienen la responsabilidad de favorecer un crecimiento racional y armonizado de la ciudad habrán previsto, al mismo tiempo que la elevación de los futuros edificios, la manera en que se va a dar salida a los flujos de tráfico que generará una población residente de crecimiento exponencial, una vez la zona se vaya desarrollando conforme a las modificaciones ahora propuestas.

Quienes tienen la responsabilidad de dar respuesta coherente a las posibilidades de desarrollo de la ciudad habrán pensado, una vez decididos a ampliar antes que a rehabilitar, habrán decidido, digo, qué hacer con el espacio de ruina desolada limitado por la Avenida de la Rosaleda, La Cruz del Molinillo, Ollerías y Carretería, que quedará a espaldas de esa fila de bloques de diez pisos.

Estoy seguro que quienes han propiciado tan sustancial modificación del Plan Especial hasta ahora de aplicación tendrán decidido qué hacer con el Guadalmedina, a no ser que pretendan favorecer en pleno centro de la ciudad una zona residencial, de muy baja densidad hoy pero elevada en función de las expectativas abiertas, cercada por el desértico amasijo de calles y edificios fantasmales y por la espina del cauce seco, más doliente aún si se acomete una ordenación de la zona que no contemple dar respuesta a la histórica frustración del río-pantalla.

Tal vez algunas de las interrogantes que planteo tienen respuesta en el mismo acuerdo que permite la modificación del Plan Especial. Pueden estar convencidos de que deseo que así sea y que mis temores resulten infundados. Mientras obtengo más y mejor información, si es que alguna instancia dispone de ella, me asalta una duda que no deja de ser una curiosidad menor: ¿las diez plantas, en el caso del edificio de las antiguas Galerías Rodríguez, se computarán tomando como referencia la Avenida de la Rosaleda o la Calle Carretería? Y otra: ¿creará la decisión respecto al “hotel de Moneo” precedente con relación a futuras actuaciones urbanísticas cuyos promotores pretendan darles singularidad contratando para la redacción del proyecto técnico a un prestigioso y afamado arquitecto?

Por el bien de la ciudad, ojalá todas las incertidumbres aquí planteadas sean sólo tales y el acuerdo alcanzado sea la garantía para el desarrollo integral, y no sólo residencial, de un espacio que puede convertirse en modelo para una amplia parte del centro histórico de Málaga que aún carece de él.