martes, 24 de agosto de 2010

Almola

Todo el año, y de manera especial en los meses veraniegos, he de aguantar las críticas de adversarios políticos, y de quienes sin serlo se comportan como tales, que entienden desmedida e injustificada mi presencia en las fiestas y ferias a las que soy invitado por los responsables de los gobiernos de un gran número de municipios de la provincia. Por regla general, la mayor parte de las críticas se adornan con la acusación de que mi asistencia a tales celebraciones responde de manera exclusiva al deseo de disfrutar de las excelencias de la comida y bebida de nuestra provincia.

A veces, resulta algo cansado soportar impasible tan estúpidas arbitrariedades, pero el desánimo momentáneo lo supero pensando que mis adversarios políticos, y los que sin serlo se comportan como si lo fueran, critican porque no conocen el número de malagueños a los que he dado la mano en las fiestas de sus pueblos, a los que he mirado a la cara en las fiestas de sus pueblos, a los que he saludado cuando, con motivo de las fiestas de sus pueblos, han vuelto por unos días a la tierra que de manera obligada dejaron hace años, a los que he escuchado en sus quejas y necesidades, a los que he sonreído porque ellos estaban alegres… O tal vez sí lo conocen y por eso lo critican, pero estoy seguro que nunca sabrán que la vida también pasa por los pueblos de nuestra geografía y por su gente.

Si limitase mis desplazamientos a los pueblos de nuestra provincia, quizás me habría perdido la cena que el pasado día 12 compartí con un grupo de unas cien mujeres en Cartajima. Este pueblo, en plena Serranía de Ronda, apenas tiene trescientos habitantes y una Asociación de Mujeres con setenta y dos socias, como con legítimo orgullo asegura Emily, británica afincada en la localidad. Toma su nombre, Almola, de la cancha que se levanta como vigía del pueblo y de parte de la Serranía. Al entusiasta grupo de mujeres lo preside una esforzada y comprometida Silvia, que para cuantos actos organiza cuenta con la decidida colaboración del equipo de gobierno presidido por Paco, uno de los jóvenes e ilusionados alcaldes de la última hornada.

La cena tiene como argumento central rendir homenaje a las mujeres que en su día emigraron del pueblo y que, como la brisa fresca de la noche serrana, vuelven cada año para la feria. Pero es sólo una más de las muchas actividades que la Asociación realiza a lo largo del año. Por la edad de un buen número de socias, Almola tiene que trabajar en la doble dirección de avanzar en la igualdad y de conseguir que las mujeres se sientan útiles.

Y lo consigue. Desde luego que lo consigue. Porque el afán participativo, la alegría en la diversión, la voluntad cooperativa que muestran estas serranas cartajimeñas evidencian que, afortunadamente, cada vez son menos las zonas oscuras para la mujer en razón del territorio en el que vive.