lunes, 1 de agosto de 2011

Memorias de Verano - XXXII

Desde hace décadas, varios de nuestros pueblos vienen celebrando fiestas que tienen que ver con la exaltación de algunos de los elementos de las tradiciones locales, con especial inclinación a la gastronomía y a los productos de la agricultura y la ganadería autóctonas. Con el doble objetivo de convertir tan rico y variado patrimonio en elemento dinamizador de las economías locales y de incorporarlo de manera progresiva a la cada vez más diversificada oferta de nuestra provincia, la Diputación acordó conceder la declaración de Fiesta de Singularidad Turística Provincial a las que pretenden dar relevancia a elementos culturales y etnológicos propios. A partir de entonces, adecuaron su formato las ya existentes y surgieron muchas otras en localidades de todas las comarcas. Son ya más de sesenta las fiestas que han sido beneficiadas con el reconocimiento. De los dos objetivos antes mencionados, está por abordar de manera rigurosa el segundo, pero la incidencia sobre las economías de los municipios anfitriones está más que demostrada, porque de los miles de visitantes que se desplazan a nuestros pueblos con motivo de las celebraciones festivas, un alto porcentaje vuelve a hacerlo a lo largo del año, atraído por la posibilidad de disfrutar, por ejemplo, de los paisajes y establecimientos de restauración con encanto, y de adquirir productos que sólo en el lugar se comercializan.

Periana celebra dos fiestas reconocidas con el distintivo de Singularidad Turística Provincial: el Día del Aceite Verdial, que el pasado mes de abril alcanzó la XII edición, y la Fiesta del Melocotón, que el pasado sábado llegó a la novena. Fui encargado por el Ayuntamiento de Periana de pregonar el V Día del Aceite Verdial, finalmente suspendido por causa de la lluvia, así que el primer día de agosto de dos mil cuatro exalté las excelencias del aceite y del melocotón perialenses. Cuando recordaba la causa de la suspensión del Día del Aceite, sin duda para ilustrar mis palabras con los motivos de la misma, descargó un aguacero de verano que por suerte pasó rápido y permitió rendir tributo a los dos productos de cuya calidad tan orgullosos, y con razón, se muestran los propios del lugar.


Hablaba en un anterior relato de que, al mismo nivel que las legales, las instituciones públicas han de atender las competencias morales, entendiendo por éstas las que han de responder a demandas ciudadanas no atendidas y que podrían serlo con mayor rapidez si las actuaciones necesarias se abordan a través de la colaboración interinstitucional. El ciudadano paga sus impuestos en un acto único y no entiende de conflictos entre administraciones a la hora de recibir los servicios y disfrutar de las comodidades a los que tiene derecho. Fue muy criticado por la oposición del Partido Popular el convenio que en su día suscribieron la Diputación de Málaga y la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía por el que la primera se comprometía a redactar el proyecto, licitar la adjudicación y abonar las certificaciones de las obras de consultorios médicos en municipios de la provincia de menos de cinco mil habitantes. La administración autonómica se comprometía a transferir las cantidades adelantadas por la Diputación conforme al calendario acordado. Bien es cierto que la Consejería ha incumplido todos los plazos establecidos para la compensación de los gastos generados, pero quienes viven en una veintena de pequeñas localidades de nuestra provincia, algunas con menos de quinientos habitantes, son atendidos cuando lo necesitan en consultorios modernos y cómodos. Y las obras se han pagado sin que la Diputación y la Junta de Andalucía hayan tenido que aportar otros recursos distintos a los que los ciudadanos ponen a su disposición.

Todos tenemos derecho a que se nos presten los servicios públicos en las mejores condiciones, pero la exigencia ha de ser mayor cuando por causa de la enfermedad estamos en situación de debilidad. Hoy hace cuatro años que los vecinos de la Entidad Local Autónoma de Serrato dejaron de recibir asistencia sanitaria en un local del siglo XIX para acudir a otro propio del momento presente cuando las circunstancias lo requieren. En la inauguración del nuevo equipamiento acompañé a Francisco López Arana, Alcalde de la ELA, y a la Delegada de la Consejería de Salud en Málaga, María Angustias Escalera.

Al igual que sucedió el pasado sábado, raro es el año en el que no coincide la fecha de celebración de la Fiesta del Melocotón de Periana con el Festival de Verdiales de Villanueva de la Concepción. Muchas fueron las ocasiones en las que de aquélla pasaba a éste, en un ejercicio que siempre sobrellevé bien porque se trataba de conciliar la obligación institucional con la personal devoción. El municipio 101 de nuestra provincia mantiene el más antiguo festival verdialero, a excepción de la Fiesta Mayor de cada veintiocho de diciembre. Parecida suerte a la de algunos de los festivales flamencos, que nacieron a principios de los sesenta del siglo XX y tras una época de esplendor desaparecieron, alcanzó a otros de los que en la década siguiente nacieron para homenajear la singularidad musical y ritual de la fiesta de verdiales. Recuerdo merecen, por lo que en su día significaron para el auge de tan malagueño elemento del folklore, los de Rincón de la Victoria y Casabermeja. La celebración fiestera, al pie mismo del Torcal, ha alcanzado este año la trigésima primera edición y se mantiene con el mismo vigor de siempre. No bajan nunca de los dos mil los espectadores que se congregan en la Plaza de Andalucía para apreciar el paso por el escenario de las más acreditadas pandas. Allí se presta atención a la fiesta y se respeta a los fiesteros, tanto por los naturales del “Pueblecillo” como por quienes llegan a la llamada del decano de los Festivales.

Decanos entre los ejecutantes de sus respectivos estilos son Salvador Padilla y Paco el de Maroto, que tienen el privilegio de haber contribuido con sus aportaciones a la definición formal de la música verdialera de Almogía y de Comares y de observar que, sin pretenderlo, se han convertido en referentes para una generación de violineros. Es un lujo para la fiesta el magisterio ejercido durante tantos años por dos de sus más excepcionales intérpretes.