martes, 16 de agosto de 2011

Memorias de Verano - XLVII

Ayer “se vino arriba” la feria taurina de Málaga en lo que a la afluencia de espectadores respecta. Cuentan las crónicas que La Malagueta presentaba un “casi lleno”, como respuesta a la aparición en el cartel de los dos matadores de toros que este año están levantando mayor expectación en todas las plazas españolas y francesas. A uno de ellos, José María Manzanares, le entregué en dos ocasiones el Estoque de Plata “Antonio Ordóñez” como autor de las mejores faenas en sendos ciclos feriales. El otro actuante de luces, que completaba el cartel del que también formó parte el rejoneador Manuel Manzanares, fue Julián López “El Juli”, que es hasta el momento presente, para la historia de la tauromaquia, el matador de toros que a más temprana edad se doctoró como tal, hace ahora trece años. Fueron muchos de ellos los que tuve la oportunidad de apreciar su carisma de triunfador y la evolución en su manera de entender la lidia. En los inicios de su carrera, El Juli era un torero espectacular, que incorporó variedad de pases al entonces encorsetado toreo de capa, banderilleaba, hacía desplantes y gestos de valor delante del toro… Con los años, la madurez le ha llevado a otra manera de entender y practicar el toreo y se puede afirmar que está hoy más cerca del concepto clásico del mismo que de lo que del tremendismo pudiera estar en sus primeros tiempos de torero. Hay quien le resta méritos cuestionando “la fiereza” del ganado al que se enfrenta y que, se dice, impone en todas sus corridas, pero ese es un status al que sólo llega quien en la plaza se lo ha ganado.

El que hace hoy siete años recibió Julián López fue el último Estoque de Plata que se entregó en el ruedo de La Malagueta, pues ya dejé dicho que a partir de entonces siempre se le hizo entrega del mismo a su ganador en el salón de Plenos de la Diputación. Conforme a lo que manda el protocolo indumentario en La Malagueta, me desprendí de la chaqueta y de la corbata antes de acceder al burladero para presenciar la corrida en la que El Juli dio testimonio de la alternativa que Pedro Gutiérrez El Capea tomó de manos de Javier Conde.

El diez de septiembre de dos mil diez se inauguró en la localidad de Guaro el Auditorio de la Luna Mora, para la construcción del cual la Diputación de Málaga aportó algo más de la tercera parte del presupuesto y aceptó la encomienda de gestión del Ayuntamiento, por lo que fue la institución provincial la que corrió con la licitación, adjudicación y pago de certificaciones de la obra, a expensas de las transferencias que habían de realizarle las otras dos administraciones implicadas en el proyecto: la Junta de Andalucía y el propio Ayuntamiento de Guaro. Tuve conocimiento de la fecha de la inauguración por una información radiofónica y el día en el que se abrió al público, a pesar de estar presente y a pesar de seguir siendo el representante legítimo de la institución que de manera más importante había participado para que el nuevo equipamiento cultural fuese una palpable realidad, se me ignoró por parte de los responsables del gobierno local. Pero allí estuve, demostrando que, tal y como he dejado dicho en relatos anteriores, el afecto personal que forjé con casi todos los alcaldes y concejales a los que traté sólo contribuía a hacer más amable la relación institucional, pero nunca a condicionarla. Y siento hoy el orgullo de que un gobierno que presidí consiguió con su esfuerzo que una localidad de nuestra provincia tenga un equipamiento cultural de calidad homologable a los existentes en ciudades de varias decenas de miles de habitantes.

La construcción del Auditorio respondió a la necesidad de disponer de un sitio moderno y cómodo para albergar a los varios miles de espectadores que cada año venían asistiendo a los espectáculos programados, durante dos fines de semana, dentro del Festival de la Luna Mora, actividad con la que en todos los años en los que fui Presidente de ella colaboró la Diputación de Málaga. Hoy hace seis años que, en la sede de la Delegación del Gobierno de Málaga, el Consejero de Presidencia de la Junta de Andalucía, Gaspar Zarrías, presentó la novena edición que contaría, entre otras, con las actuaciones estelares de Sara Baras y Vicente Amigo.

Desde el pasado lunes y hasta el próximo jueves, Pizarra celebra las fiestas patronales en honor de la Virgen de la Fuensanta, convirtiéndose en uno de los pocos pueblos de nuestra provincia que no adapta su feria al fin de semana sino que la empieza y acaba “cuando toca”. Cierto es que no fue esta localidad de las más perjudicadas por la emigración de sus pobladores a la capital y a las zona litorales de la provincia y que tiene un número de habitantes suficiente para que la fiesta esté animada en cualquier día. Muchas otras localidades no tuvieron más remedio que aprovechar los del fin de semana para favorecer la presencia en la feria de gente que reside en lugares que no les permite el desplazamiento a diario a los pueblos con los que nunca rompieron el vínculo afectivo y familiar. Como la de Pizarra coincide en los días de celebración con la feria de Málaga, cada año desde dos mil siete, después de la corrida de toros en La Malagueta, me dirigía a la localidad del Valle del Guadalhorce para responder a la amable invitación de su alcalde, que nunca faltó. Como tampoco faltó nunca la de Domingo González, del que por causa de su fallecimiento hablé en un relato anterior, que nos atendía siempre en la caseta de Los Cafeteras.

El dieciséis de agosto pasado no estaba ya entre nosotros Domingo, pero el nuevo presidente de la entidad le encargó al Alcalde que iniciáramos el recorrido de la misma manera que lo habíamos iniciado los tres años anteriores. Así lo hicimos y delante del arco luminoso de entrada a la caseta aparezco con Paco Vargas, las concejalas Isabel Lara y Ana Berlanga y el diputado Jesús Mora. Pizarra es un lugar en el que los compañeros socialistas tienen el acierto de poner caseta de feria desde hace varios años, con lo que están propiciando la presencia activa en uno de los más importantes eventos de los que suceden en una localidad y obtienen unos ingresos que siempre vienen bien.