Málaga en agosto está de feria por los cuatro puntos cardinales. En cualquier lugar del mundo las fiestas conmemorativas tienen una extraordinaria repercusión por cuanto alientan la estima de los propios del lugar, facilitan la convivencia y, en muchas ocasiones, sirven de reclamo para que gente de otros lugares se desplacen a los que las celebran. En nuestra Andalucía, y por tanto en Málaga, las ferias y fiestas patronales de la mayor parte de los pueblos añadieron un componente especial en el último medio siglo: era la ocasión del reencuentro con su tierra y con los suyos de aquellos que por miles tuvieron que dejarlos, forzados por la penuria de un tiempo que nadie de entre quienes lo vivieron debería olvidar ni dejar de contar, para que quienes no lo conocieron tengan referencia de lo que significó para sus antepasados y eviten que se repita. Bien es verdad que aquella entrañable avalancha de emigrados temporalmente retornados por los días feriales se ha reducido, porque ya hace casi tres décadas que la población de nuestros pueblos dejó de sentir la necesidad de abandonarlos para vivir con dignidad, pero aquel rito del reencuentro impregnó de tal manera las celebraciones de las pequeñas localidades malagueñas que hasta quienes pasan en ellas todos los fines de semana, por residir en lugar cercano, dan un sentido distinto al de la feria.
Parauta es una pequeña y encantadora población que no llega a contar trescientos habitantes, en plena Serranía de Ronda, aunque parte de su término municipal está en la Sierra de las Nieves, teniendo la consideración de reserva de la biosfera. A los encantos naturales del entorno y a la generosa hospitalidad de su gente suma una singularidad de origen reciente: a pesar de estar muy alejada de la zona tradicional de cultivo de la fiesta de verdiales, Parauta dispone de una panda, fruto del empeño de Juan Canca y del apoyo decidido de María, la Alcaldesa. Con ella y con la de Benadalid, además de con los diputados Cristóbal Guerrero y Paco Márquez, estuve hace tres años, cuando al igual que hoy el pueblo celebraba la feria.
También Álora celebra su feria, que se inició el pasado miércoles y prenderá la traca final el próximo domingo. Desde hace más de una década nunca falté a ella y en el año dos mil seis, por amable invitación de su Alcalde, pronuncié el pregón inaugural. En el tiempo de mis responsabilidades públicas en el ámbito provincial tuve una intensa relación con el equipo de gobierno del ayuntamiento de esta localidad del Valle del Guadalhorce y la consecuencia lógica fue que la colaboración institucional se enriqueció con el afecto entre personas. Muchas fueron las actuaciones en las que la Diputación se hizo presente con sus aportaciones, pero sobre todas destaca, por la huella imborrable para la historia de la localidad y para quienes la vivimos, la celebración del II Día de la Provincia el veintiséis de abril de dos mil cinco, cuando los perotes se echaron a la calle para saludar a José Luís Rodríguez Zapatero y agradecer la primera visita a Álora de un Presidente del Gobierno de España. Antes y después de ella, la colaboración entre la Diputación y el Ayuntamiento dio como resultado la construcción del Teatro Miguel de Cervantes, la instalación de césped artificial y reforma del campo de fútbol, la apertura del centro de Servicios Sociales, el Mirador de Cervantes, el monumento a la Malagueña, el punto limpio, la mejora de caminos rurales, las obras que en estos momentos se realizan en la que será piscina cubierta…
Siempre que acudí a la feria de Álora lo hice a la de día, que muchos pueblos de la provincia adoptaron después de que en el inicio de la década de los ochenta un gobierno socialista la incluyese en el programa de la de Málaga. El programa, repetido año tras año salvo leves modificaciones: concurso de sopas perotas en la barriada de Uriquí y fin de recorrido en la caseta de la Asociación Álora la Bien Cercada, después de visitar las de colectivos instaladas en la Plaza de Arriba, donde hace hoy dos años que al grupo de Alcalde y concejales anfitriones se unió el Alcalde de la vecina Pizarra.
El pasado dos mil diez, la Junta de Andalucía decidió establecer colaboración con las diputaciones de las ocho provincias a fin de programar una fase provincial del llamado Plan PROTEJA, que puso en marcha el año dos mil ocho y que a partir del siguiente se convirtió en complemento autonómico del Fondo Estatal de Inversión Local, el llamado Plan Zapatero. Con destino a la contratación de trabajadores desempleados residentes en los municipios de menos de veinte mil habitantes, la Consejería de Gobernación transfirió tres millones de euros a la Diputación de Málaga, completando ésta la cantidad final de cuatro millones con la aportación de uno, procedente de sus propios fondos. El reparto entre las poblaciones beneficiadas se hizo atendiendo al número de Demandantes de Empleo No Ocupados de cada una de ellas inscritos en la correspondiente oficina del Servicio Andaluz de Empleo. Las propuestas de los ayuntamientos contemplaban en un mayor porcentaje las contrataciones, por períodos de quince o treinta días, de trabajadores para la limpieza y adecuación de espacios públicos, pintado de instalaciones municipales, cuidado de zonas ajardinadas… En el desarrollo del programa se advirtió la utilización descarada que del mismo hicieron algunos gobiernos locales: en vez de proceder a las contrataciones conforme a las necesidades de los desempleados, las realizaron cuando servían a los intereses de ellos; es decir, en el período inmediatamente anterior a la celebración de las elecciones locales del pasado veintidós de mayo.
En esta misma fecha del año pasado, junto al Alcalde de Antequera, hicimos la presentación de las cantidades que en el reparto habían correspondido a cada uno de los municipios de la Comarca, así como del número de contratos a realizar y de la duración de los mismos, de los que daba cuenta Cristóbal Bonilla, Diputado Delegado de Hacienda y responsable de la gestión administrativa de la fase provincial del Proteja.