Este verano voy a tener más de una semana de vacaciones. No digo disfrutar porque no sé si dos meses sin otra ocupación que improvisar cada día el reparto del tiempo es período propicio al placer o al aburrimiento. No alcanza la memoria a recordar qué era lo que hacía y sentía en aquellas largas temporadas de descanso a las que por mi profesión también hubiera tenido derecho, si de ella no hubiese estado excedente, los últimos veinticuatro años. Y es que aquello sucedió en el pasado. En el siglo pasado, quiero decir.
Como no hacer nada, a pesar de la dulce consideración de la que goza la vida contemplativa, puede producir un choque violento con las constantes psíquicas y somáticas de mi ser, entre las tareas que me he propuesto llevar a cabo para que estas vacaciones no pasen de ocio a tormento está el ejercicio de recopilación de las actividades que en razón del cargo venía obligado a desarrollar los últimos ocho años durante los meses en los que hogaño voy a descansar. Relataré, en cada uno de éste, lo acontecido en idéntico día de esos años referidos.
Es el primero del mes de julio uno de los días de los que guardo menos referencias fotográficas, lo que no me facilita empezar con buen pie la serie, puesto que los relatos de las actividades recordadas serán comentarios al soporte gráfico. Por el contrario, sí que es oportuna la actuación de la que hoy se cumple un año, ya que se trata de la inauguración de un Parque de Bomberos, precisamente en la época en que más necesarios y requeridos son los profesionales que prestan servicio en la prevención y extinción de incendios y en otras situaciones de emergencia.
El uno de julio de dos mil diez se inauguró el Parque de Alhaurín de la Torre, municipio integrado en el Consorcio Provincial de Bomberos. El cinco de julio de dos mil seis, el Alcalde del municipio y el Presidente de la Diputación, que lo seguían siendo en la fecha de la inauguración, firmaron el acuerdo para la construcción del referido Parque, cuyo proyecto técnico, junto al de otros tres municipios, fue presentado en la Diputación el veintitrés de octubre de dos mil ocho.
Completar las instalaciones previstas en el Plan Director de Extinción y Prevención de Incendios para la provincia de Málaga ha sido una de las apuestas más firmes de los gobiernos que en la Diputación de Málaga he presidido. He de reconocer que para actuar en tal sentido contribuyó de manera especial el hecho de que el catorce de julio de dos mil tres, mientras tomaba posesión la nueva Corporación Provincial de la que surgiría el primer gobierno que tuve el honor de presidir, estaban de cuerpo presente dos menores que habían sido víctimas de un incendio en Periana.
Durante los ocho años en los que he presidido la Diputación de Málaga, por encima de supuestas irregularidades que la oposición política en la Institución ha denunciado pero que todavía no ha demostrado, se han construido y puesto en funcionamiento los parques de bomberos de Periana, Benahavís, Manilva, Campillos y Alhaurín de la Torre y se han construido y están a punto de entrar en funcionamiento los de Coín, Archidona y Colmenar. Se ha constituido el Consorcio Provincial de Bomberos, se ha pasado de una plantilla de en torno a los cincuenta profesionales a los doscientos ochenta que hoy prestan su servicio en aquél y de un gasto que no llegaba al millón de euros se ha pasado a los más de cuatro que cada año la Diputación aporta al Consorcio.
De los previstos, no se han podido construir los parques de Nerja y el que debería ubicarse en algún lugar de la comarca del valle del Guadalhorce. No ha dado lugar, tampoco, a cumplir el procedimiento de consolidación laboral de los profesionales al servicio del Consorcio. Zonas de sombra aparecen en cualquier circunstancia, pero nadie pondrá en duda la evidencia de que después de ocho años la provincia de Málaga es un territorio más seguro y los malagueños pueden estar más tranquilos ante episodios de catástrofe.