martes, 2 de agosto de 2011

Memorias de Verano - XXXIII

El próximo sábado seis de agosto, Alfarnatejo ofrece una vez más a quienes a él decidan acercarse la hospitalidad y el gazpacho de los tres golpes, en una fiesta que en el presente año alcanza la décima primera edición. Tuve el honor de pregonar la tercera y a partir de entonces estar presente en casi todas ellas. La localidad es un ejemplo de lo que dan de sí los recursos públicos bien administrados y de que por el hecho de no alcanzar los quinientos no tienen por qué sufrir discriminación en las oportunidades los habitantes de un pueblo. El gazpacho de Alfarnatejo no tiene nada que ver con el que ahora es el más conocido en todos los lugares. En el de mi nacimiento, éste era conocido con el nombre de “pimentón”, a pesar de que era el tomate la base. Se majaban los ingredientes en el mortero y una vez conseguida la masa se diluía con agua fresquita del botijo, que en la época a la que me refiero todavía no había llegado el frigorífico a mi pueblo. El que se ofrece en los Pirineos del Sur era también el gazpacho para los de El Borge: tomate, pimiento, cebolla, pepino y pan bien troceados, con sus aliños pertinentes. Los tres golpes que dan nombre al gazpacho que podrán degustar quienes el sábado se acerquen a Alfarnatejo son la sal, el vinagre y el agua. Aunque cabría añadirle un cuarto que le presta un aroma y sabor extraordinarios: la hierbabuena.

Hoy hace cinco años que con quien era y es Alcalde de la hermosa localidad de la Alta Axarquía, Antonio Benítez, presenté la sexta edición de una fiesta que cada año lleva al lugar varios cientos de personas que pueden disfrutar de una temperatura agradabilísima, al tiempo que prueban una más de las delicias gastronómicas de nuestra provincia y aprecian el trato deferente con el que la gente de nuestros pueblos obsequia a quienes a ellos llegan con la intención de favorecer el mutuo conocimiento.


La Fundación Centro de Cultura Andaluza, con sede en Málaga, tiene entre sus patronos más significados a quien desde octubre de dos mil cinco ostenta la alta distinción de Llave de Oro del Cante, Antonio Fernández Díaz, “Fosforito”. El año dos mil seis inició la entrega anual de unos galardones evocando la egregia figura del cantaor pontanense, tomando como motivo el de la jábega, tradicional y malagueña embarcación, ayer de pesca y hoy de recreo. En la primera edición, la Comisión de Distinciones de la Fundación acordó reconocer los méritos acumulados por Manuel Alcántara y por Manolo Sanlúcar, tras décadas de compromiso y entrega con lo que a nuestra identidad andaluza contribuye a engrandecer. Con tales antecedentes, no es difícil suponer lo que para mí representó que en la segunda edición del premio la Fundación acordase honrarme con la distinción, fundamentando la decisión en el “reconocimiento a la calidad humana y trayectoria personal y profesional, así como por la importante labor desarrollada en la promoción y divulgación de la cultura andaluza y del arte flamenco y por la creación del proyecto artístico Málaga en Flamenco”.

Ese mismo dos de agosto de dos mil siete, la Fundación concedió también al poeta y estudioso del flamenco Félix Grande la Jábega de Plata “Antonio Fernández Díaz, Fosforito”. Con el maestro en el centro, tras la entrega del premio en un hotel de la capital, posamos los homenajeados junto a Pablo Franco y Gonzalo Rojo, patronos del Centro de Cultura Andaluza. Un pergamino enmarcado guarda memoria de la generosidad de quienes con ella ganaron para siempre mi agradecimiento.

En el anterior relato daba cuenta de la coincidencia en la fecha de celebración de la Fiesta del Melocotón de Periana y el Festival de Verdiales de Villanueva de la Concepción. Igual sucede con la anteriormente reseñada Fiesta del Gazpacho de Alfarnatejo y el Festival Cuna de Verdiales de Almogía. Varias fueron las ocasiones en las que apresuradamente salí de los Pirineos del Sur para llegar ya de madrugada a Almogía. Y es que la vida de los políticos es así de regalada, opinaron muchos de quienes sabían de una actividad que algunos valoraban como populista y otros como reflejo de mis deseos de jolgorio. A ignorar tales acusaciones y a seguir actuando como siempre entendí que debía hacerlo me ayudaron las muestras de aprecio de quienes veían en mi presencia la identificación con ellos y el respaldo a la actividad que protagonizaban y el personal convencimiento de que no se adquiere mancha alguna por estar donde la gente está, en la diversión y en el esfuerzo, en el regocijo y en la preocupación.



Almogía da nombre a una de las tres modalidades de interpretación hoy definidas en la fiesta de verdiales. Uno de sus pagos rurales, el de Los Moras, resultó fundamental en la etapa de conformación de aquélla. Reivindicando el valor de la memoria y la pujanza del presente, hace más de dos décadas que el Ayuntamiento de la localidad programó la celebración anual de un encuentro de pandas al que denominó “Cuna de los Verdiales”. En su vigésima tercera edición, sucedida hace hoy tres años, el Alcalde del pueblo, Cristóbal Torreblanca, desapareció de la escena en el momento en el que hacía el ofrecimiento de un obsequio al fiestero premiado aquel año: José Salazar, alcalde de la Panda del Coto.