Hacía mención en un anterior relato del esfuerzo llevado a cabo por la Diputación de Málaga para dotar a la provincia de espacios adecuados que permitan acercar la cultura a todos, y del convenio marco firmado en su día con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, al que se iban adhiriendo los municipios interesados en disponer de este tipo de equipamientos. Por los datos de los que dispongo, en los últimos cuatro años ha sido la nuestra la provincia en la que el citado acuerdo ha ofrecido mejores resultados, dado que en este período se han abierto los espacios escénicos de Alhaurín el Grande, Guaro, Cártama y Torrox, se han iniciado las obras del de Coín y se firmó el convenio específico para la construcción del de Campillos. Anteriormente, se había actuado en algunos teatros a los que faltaba financiación para concluir las obras ya iniciadas: Álora, Ardales y Mijas. Los anteriormente existentes y los habilitados con esta modalidad de colaboración interinstitucional conforman una red que permite a la mayor parte de los malagueños disponer de un espacio cultural homologado sin que el desplazamiento suponga elemento disuasorio para dejar de disfrutar de espectáculos de calidad. Otra cosa es la programación que para esos espacios contemplen los responsables locales, que ello irá en función de las prioridades que cada uno se marque.
Días antes de las pasadas elecciones locales se abrieron las puertas del Teatro de Torrox. Por apenas unos días, el protagonismo institucional de la inauguración no correspondió a quien de nuevo es hoy Alcalde de la localidad y que lo era cuando se firmó el convenio específico de colaboración con la Junta de Andalucía y la Diputación el veinticinco de julio de hace seis años.
Conforme voy avanzando en el relato de lo vivido en los meses de julio de los pasados ocho años me surgen dudas sobre algunas de las afirmaciones realizadas. Así, si anteriormente dije que era Alozaina uno de los municipios que más había visitado en el cumplimiento de obligaciones institucionales, sin dejar de ser cierta la aseveración pienso hoy que al mismo nivel podrían situarse muchas localidades de nuestra provincia. Por ejemplo, Periana. También a esa tierra de la luz, del color, del aceite, del melocotón, que huele como la mía, acudí a participar en actos de toda índole y si estuve en casi todas las fiestas promocionales de los productos que le dan singularidad y aprecio, tampoco me perdí la inauguración del parque de bomberos, del centro de salud, de la biblioteca pública, del complejo turístico de Vilo, del campo de fútbol…
En todas esas ocasiones pude corroborar con satisfacción, al igual que en otros muchos lugares de nuestra Málaga, que la gestión responsable por parte del gobierno local de los recursos que desde la Diputación poníamos a su disposición daba como resultado nuevas oportunidades para los ciudadanos y un pueblo más habitable del que quienes en él viven se sienten orgullosos. El veinticinco de julio de dos mil nueve, en un edificio amplio, con las instalaciones y aparatos más modernos, se inauguró el gimnasio municipal de Periana.
El pasado sábado se celebró en Casabermeja la XL edición de su Festival de Cante Grande. El veinte de enero de este mismo año, en la Feria Internacional de Turismo de Madrid, junto al Alcalde de la localidad, presenté el evento a los medios de comunicación. Algunos meses después, el veintinueve de abril, en la sede de la Peña Flamenca Torre Zambra, también acompañé al Alcalde en la presentación local de una cita ineludible para los aficionados. Desde hace algunos años, conté siempre con la invitación de los responsables de la organización para estar presente en ella. En razón de las atenciones recibidas, llegué a pensar que la convocatoria y la hospitalidad respondían más a la consideración personal que a la obligada cortesía entre instituciones. Entre que este año no me era posible asistir al Festival y que la invitación de un amigo “del Lugá” llegó con la puntualidad del afecto, el olvido de los directivos municipales no ha pasado de anécdota aclaratoria de las intenciones de cada cual. Como quiera que aún sin contar con invitación mantengo al completo las posibilidades de asistir a cualquier evento y que mi afición al flamenco es más consistente que la memoria de algunos, el año próximo intentaré que nada me impida estar presente en un Festival del que ya era asiduo antes de que la representación pública me hiciera visible.
Hoy hace dos años que, con la misma emoción de siempre, estuve una vez más en el recinto en el que una noche de hace ya muchos años ni pude ni quise contener la emoción cuando escuché a Juan El Lebrijano cantar por galeras. En un entreacto del Festival, para dificultar que el paso del tiempo difumine los recuerdos de lo que iba sucediendo, posé con las autoridades presentes y algunos de los artistas que pasaron sobre el escenario de la XXXVIII edición del Festival de Cante Grande de Casabermeja.