En la década de los sesenta del siglo pasado, coincidiendo con la revitalización del flamenco que trajo consigo el neoclasicismo mairenista, surgen en toda la geografía andaluza decenas de festivales veraniegos, todos ellos con el mismo esquema en cuanto a escenografía, contenido artístico y ambientación. Aquella fiebre festivalera fue de una importancia crucial para la consideración social del flamenco y para el desarrollo de las potencialidades de cientos de cantaores, bailaores y guitarristas, que vinieron a demostrar que la tradición y el compromiso atesorados les convertían en protagonistas de un arte capaz de sobrevivir fuera del manido y clasista “cuarto de los cabales”. En muchas de nuestras localidades, los festivales veraniegos se vinculaban a algunas tradiciones y costumbres, resaltando las de contenido gastronómico. En otras, los eventos se convertían en invocaciones a algunas singularidades del patrimonio cultural del lugar que los acogían. A pesar del resultado sin duda positivo para el flamenco que significó aquella eclosión, no me resisto a mencionar una circunstancia que terminará afectando en negativo al desarrollo de nuestro arte, si no lo está haciendo ya: los ayuntamientos asumieron en exclusividad el papel de organizadores y patrocinadores, lo que impidió el nacimiento de un tejido empresarial en torno a una actividad que lo hubiera permitido. Cuando la situación económica no permite a los consistorios afrontar la financiación de los festivales con la generosidad que al principio lo hacían, muchos de ellos desaparecieron y otros arrastran su memoria con más pena que gloria.
Uno de los que mantiene la pujanza de sus primeras celebraciones, aunque bien es cierto que acortando la nómina de artistas participantes, es el Castillo del Cante, que cada primer fin de semana de agosto se celebra en la hermosa localidad de Ojén, ofreciendo lo mejor del flamenco en la cornisa misma de la Costa del Sol Occidental, una de las zonas más cosmopolitas del mundo. Tal día como hoy de hace seis años, con el entonces Alcalde de la localidad y con quien era y todavía es Presidente de la Peña Flamenca “la Churruca”, presenté la XXXI edición en la sede de la Diputación de Málaga de la Acera de la Marina.
Aunque un significado representante de la política de nuestro país preste más credibilidad a las recomendaciones de su primo que a la evidencia, el cambio climático es una realidad y los efectos del mismo sobre los seres vivos del planeta, también. De suprema irresponsabilidad sería no actuar para intentar reducir, primero, y atajar, después, una situación que preocupa a cientos de millones de ciudadanos de todo el mundo. La mera sospecha de consecuencias negativas justificaría la implicación de todos, porque es un error pensar que la intervención en estas circunstancias corresponde siempre a los demás y hacer dejación de nuestras responsabilidades individuales, trasladando las mismas al ámbito de la intervención administrativa. Está claro que de nada serviría que un grupo de malagueños fuésemos al Polo Norte a intentar atajar el deshielo, pero sí es de la mayor importancia que, a través de la capacidad de participación en los asuntos que nos son propios, favorezcamos la utilización racional de los recursos naturales, trabajemos para alcanzar un uso eficiente de la energía, preservemos los espacios de valor ecológico, reciclemos y reutilicemos…
Con el fin de coordinar el trabajo de las administraciones públicas andaluzas en tan ineludible dirección, el veintinueve de julio de hace dos años, en el lugar de Huelva desde el que saliera Colón con sus carabelas para descubrir otras tierras, firmamos el correspondiente acuerdo de compromiso el Presidente de la Junta de Andalucía, los presidentes de las ocho diputaciones andaluzas y el Presidente de la Federación Andaluza de Municipios y Provincias.
El once de febrero de dos mil nueve, los presidentes de la Diputación y de la Confederación de Empresarios de Málaga y los secretarios generales provinciales de Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores firmamos el Acuerdo de Responsabilidad Social por la Economía, la Innovación y el Empleo en la provincia de Málaga en el que desde algunos meses antes veníamos trabajando. Los firmantes nos marcábamos como objetivo fundamental la recuperación económica de la provincia, incentivando iniciativas empresariales y de emprendimiento innovadoras y favoreciendo el incremento de la competitividad y la mejora de las condiciones para el empleo y la promoción económica de la provincia. Lo acordábamos en unos momentos en los que la crisis hacía estragos y en los que, por tanto, más que nunca era necesaria poner de manifiesto la voluntad de diálogo y entendimiento en la búsqueda de objetivos comunes por parte de los agentes económicos y sociales. Pienso que la Diputación jugó bien el papel de liderazgo político que a las instituciones públicas corresponden y que empresarios y sindicatos dieron un ejemplo de saber estar a la altura que las circunstancias les exigían.
Muchas e interesantes han sido hasta el momento las actuaciones enmarcadas en el Acuerdo. De ahí que todos los firmantes hayamos coincidido en la valoración positiva del mismo cada vez que hemos comparecido en público para dar cuenta de las medidas adoptadas para dar cumplimiento a sus objetivos. Hoy hace un año que en la sede de Málaga de la Confederación de Empresarios dábamos cuenta de una de ellas: la edición de la Guía Práctica de Innovación para PYMEs.