martes, 26 de abril de 2011

Lo que siempre quise decirte

“El hombre de más cultura en la sangre que he conocido”, dijo García Lorca de Manuel Torre, el jerezano de voz tan descarnada como expresiva. Alguna vez lo hemos comentado, porque los dos compartimos afición por el flamenco y es muy parecida la valoración que nos merecen las aportaciones que al mismo hicieron los artistas desde el comienzo del grito al momento presente. Desconozco los motivos de Federico para realizar tan contundente afirmación, pero seguro que no están menos fundamentados los que tengo para apropiarme de la frase del poeta y aplicártela. No vayas a tomarlo como irreverencia, que te conozco. Descuida, que en mi deseo no hay la menor intención de ofender la memoria del granadino.

Federico mal murió antes de que nacieras y nací dos décadas después de que Manuel Torre ganase la inmortalidad de la leyenda. Ni Federico te conoció ni alcancé a tratar al Torre. Por tanto, sin que merme un ápice el respeto y admiración que el poeta y sus pronunciamientos me inspiran, afirmo que no he conocido a nadie que, como tú, dé más sentido a los términos hombre, cultura y sangre.

De exagerado, amigo, nada. No voy a dejar que tu extremo sentido del pudor me obligue a callar una vez más lo que pienso de ti. Y lo que pienso es que en tu persona se conjugan los valores de fidelidad a la tradición de raíz telúrica y ancestral, de tenacidad en la vocación de aprender en la vida y en la gente, de humildad para el provecho y de orgullo en el servicio, de voluntaria generosidad en el ofrecimiento a causas nobles, de sosegada prudencia en la preocupación y en la felicidad, de condescendencia ante la necedad y de reconocimiento al sensato…

Nada de protocolo hay en mis palabras, hombre. Ya sabes que me fastidia, como a ti, esa parafernalia de cumplidos y galanteos de quienes en los actos de reconocimiento quieren quedar bien con el reconocido y, sobre todo, consigo mismo, buscando la fascinación del auditorio. Ni una sola de esas palabras que tan amables consideras son fruto de la especulación, sino que responden a la observación (¿o piensas que no me he fijado?) de tus actos a lo largo de los más de treinta años transcurridos desde que un joven e inexperto maestro de escuela empezó a recibir enseñanzas de un veterano testigo de la vida.

No es difícil identificar los afectos sinceros. No he necesitado verte cada día para saber que contaba con un amigo absoluto. No me perdonaría si el absurdo recato que nos impide exteriorizar los sentimientos cuando son auténticos te ha llevado a entender como frialdad algunos de mis silencios. Ya sabes que con frecuencia, y por un equivocado sentido de la firmeza, tendemos a considerar debilidad la expresión de los sentimientos. Pero tengo motivos suficientes para desterrar esa aprensión porque estoy convencido de que nunca dudaste de mi amistad.

Fíjate la paradoja que se da en el hecho de que seamos capaces de emocionarnos con un cante, con un toque (como ese que por malagueñas de personal inspiración nos ha ofrecido el mismo Juani que, sintiéndole nuestro, alentamos en su empeño de aprender a tocar la guitarra), o con una copla o un violín por verdiales, e intentemos disimular las emociones que nos inspiran quienes con su comportamiento leal y honrado se hacen merecedores de nuestro afecto. Pero, tal y como encarrilamos nuestros comportamientos sociales en el tiempo presente, tengo serias dudas de que seamos capaces de dar un poco de normalidad a nuestras expresiones y de hacer innecesario el lamento por las oportunidades que de mostrarnos tal y como somos hemos perdido.

No hay nada como la palabra para superar las situaciones de pudor injustificado que a veces ganan a la devoción que sentimos por quienes de ella se han hecho acreedores. Por tanto, mi querido amigo, ya sabes que esta expresión que acabo de pronunciar es el más fiel reflejo del respeto, admiración y afecto que de manera mutua nos profesamos. Un abrazo, Alfonso.

domingo, 17 de abril de 2011

Amparo Cinema

Siempre he pensado que la política desprovista de afectividad produce gestores pero no gobernantes, atendiendo a la consideración (no sé si acertada) que tengo de los primeros como dirigentes que todas las acciones de las que son responsables las orientan en razón de la cuenta de resultados positiva y de los segundos como aquellos que priman el servicio a las personas, incluso cuando del mismo resulta saldo negativo.

En la ventaja que me procura a la hora de engarzar la acción política con los afectos personales siento recompensado el esfuerzo que he realizado en los últimos años por conocer cada uno de los rincones de nuestra provincia y a quienes en ellos viven. Raro es el lugar del territorio malagueño al que no me siento vinculado por vivencias de la más diversa índole, relacionadas con el ejercicio de la responsabilidad política a la que me debo.

Hoy me ha tocado visitar Almáchar, dentro de la agenda de actos relacionados con la presentación de candidaturas para las próximas elecciones locales que los responsables de mi partido han preparado. Con quienes durante muchos años han asumido la responsabilidad de dirigir el Partido Socialista Obrero Español en el blanco pueblo de la Axarquía y con quienes en estos momentos lo dirigen tengo la relación precisa para que cualquier acto político que comparta con ellos esté cargado de emotividad.

Pero es que, además, soy natural de El Borge, localidad a tiro de piedra de Almáchar. Aclaro que con la expresión “a tiro de piedra” señalo de manera metafórica la distancia que separa ambos pueblos, sin que tenga intención de aludir a la peculiar manera de mostrar la rivalidad localista que hace años tenían algunos lugareños.

Pues bien, esa cercanía geográfica hace que tenga recuerdos entrañables de mi infancia, que tienen que ver con las visitas al pueblo vecino con motivo de la feria de verano y la de primavera en honor del Cristo de la Banda Verde, con los informales encuentros de fútbol en el río, cuando los miércoles por la tarde los maestros de ambas localidades nos llevaban “de paseo” a los Cinco Puentes, con las primeras fiestas del Ajoblanco, allá por los finales de la década de los sesenta, con los buenos ratos vividos con los veteranos fiesteros fedatarios de la singularidad de un toque de verdiales aún hoy falto de ubicación…

Y guardo un imborrable recuerdo de cuando de la mano de mi padre recorrí andando los dos kilómetros que separan El Borge de Almáchar para ver por primera vez el cine. “Las minas del Rey Salomón”, fue la película que había programado el propietario del local que, aunque de nombre José y apellido Gutiérrez, en ambos pueblos era conocido como Pepe Santo. También me acuerdo que la segunda película que vi, en el mismo lugar y circunstancias, fue un western: “El último tren a Gun Hill”

Encabezada por Antonio Yuste, hoy se ha presentado en Almáchar la candidatura del PSOE para las elecciones del próximo 22 de mayo. Los componentes de la misma conjugan juventud madura e incipiente juventud, experiencia y expectación, pero están todos impregnados de la ilusión por recuperar para su pueblo el impulso, dinamismo y confianza en sus posibilidades que conoció en dieciséis años de gobierno socialista. Estoy seguro de que lo conseguirán.

El acto de presentación ha tenido lugar en la coqueta y bien dimensionada sala de que dispone una Casa de la Cultura que un alcalde fundamental para Almáchar, Paco Fernández España, levantó en el lugar del viejo y desvencijado cine de Pepe Santo. En el lugar del Amparo Cinema.